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8 de diciembre de 2020

Volver a los orígenes

 

Daniel DE LUCAS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                             

 

                                               

                                               Proyecto 'Puerta de Bilbao' en el barrio barakaldés de Lutxana. Fuente: Ayuntamiento de Barakaldo

Barakaldo creció a partir de finales del siglo XIX, pasando de ser un pueblo a una ciudad como la que hoy conocemos, gracias al desarrollo de la industria siderúrgica que fue el motor de su desarrollo. Este sector del metal experimentó una gran pujanza no solo en nuestra localidad fabril, sino también en el Gran Bilbao y Bizkaia. La siderurgia y la metalúrgica vizcaínas generaban un gran valor añadido, lo que permitía tener trabajadores con un buen poder adquisitivo. Esta oportunidad de ganarse la vida atrajo a obreros de otras provincias del Estado, sobre todo de las de Castilla, que se asentaron en la zona metropolitana de Bilbao. Barakaldo creció hasta convertirse en la cuarta ciudad de Euskadi, título que sigue ostentando con sus 100.000 habitantes, solo por detrás de las tres capitales vascas (Bilbao, Vitoria y Donostia).

 

Pero la mayoría de las fábricas que favorecieron el desarrollo económico y demográfico han cerrado. Cabe recordar que todas las empresas siderometalúrgicas del País Vasco en 1975 daban empleo a 243.294 personas. Esta cifra suponía el 46,7% de la población activa vasca, prácticamente la mitad. Según datos de El Diario Vasco, 40 años más tarde en la siderurgia vasca trabajan solo 15.000 hombres y mujeres.

 

Actualmente las fábricas han desaparecido del paisaje barakaldarra para dar paso a la transformación en un núcleo urbano basado en el sector servicios. El cambio más significativo lo refleja la construcción del mal llamado Bilbao Exhibition Centre (BEC) en los terrenos que ocupó Altos Hornos de Vizcaya, el gran referente de la industria siderúrgica vasca, que fue la mayor empresa del Estado español durante la mayor parte del siglo XX. En sus años de máxima bonanza llegó a convertirse en la principal empresa del País Vasco dando trabajo directo a 14.330 empleados en 1969, de los cuales 9.500 correspondían a las factorías de Sestao y Barakaldo. Asimismo, también generaba unos 40.000 empleos indirectos. La construcción del BEC ha sido un gran revulsivo para Barakaldo, ya que ha tenido en la ciudad un impacto de 1.200 millones de euros en sus 15 años de existencia.

 

El BEC simboliza en el siglo XXI la reconversión de Barakaldo al sustituir al estandarte que fue Altos Hornos de Vizcaya en el siglo XX. La ciudad fabril en la actualidad basa su economía en el sector servicios. En el turismo con la feria de muestras BEC, el comercio y el ocio con los centros comerciales MegaPark y Max Center como exponentes y referentes para los habitantes de la zona metropolitana de Bilbao.

 

Pero Barakaldo no puede limitarse a ser la zona de ocio del Gran Bilbao. El sector servicios es una actividad con un bajo valor añadido y que no genera un empleo de calidad que cubra el vacío dejado por la industria siderometalúrgica. La crisis generada por la irrupción del COVID-19 y la destrucción que ha provocado en el turismo y la hostelería deben ser vistas como una oportunidad para los barakaldarras de sentar unas bases firmes para el desarrollo económico de la ciudad. Este golpe que seguimos sufriendo ha de enseñarnos que no podemos centrar nuestra economía en convertirnos en el centro comercial de Bilbao y la feria de muestras. Barakaldo tiene que volver a apostar por una industria fuerte pero no del siglo XX, sino del siglo XXI con mayúsculas.

 

La oportunidad de dar un paso adelante en la buena dirección la hallamos en la parcela de la antigua fábrica de Sefanitro en el barrio de Lutxana. Se trata de un terreno de 250.000 metros cuadrados que se encuentra en una posición privilegiada, encuadrada entre la ría del Nervión, el puente de Rontegi, el BEC y el viejo vecindario de Lutxana. Tras dos proyectos frustrados, la última operación urbanística planteada por el ayuntamiento recoge la construcción de viviendas y equipamientos públicos. Dicho con otras palabras, apostar por el ladrillo y el corto plazo sin una visión de futuro. Los edificios públicos sí que son necesarios en un barrio degradado como Lutxana que necesita revitalizarse, sin duda. La adecentación del monte Rontegi, ganar zonas verdes, un polideportivo con piscinas y un centro cultural me atrevería a aventurar, pero eso lo tendrán que decidir los propios vecinos.

 

Este nuevo plan urbanístico no puede dejar de lado la apuesta por la industria y ha de aprovechar la oportunidad para reconvertir la economía de Barakaldo. Las instituciones públicas con el ayuntamiento fabril a la cabeza han de liderar la implantación de un polígono industrial-tecnológico que se convierta en la bandera del I+D+I. Este proyecto debe buscar las sinergias entre la iniciativa privada y los fondos públicos europeos del plan de recuperación que persigue la reactivación económica para salir de la crisis del COVID-19. 

 

Barakaldo ya ha demostrado en el pasado que tiene capacidad para liderar la industria vasca y debe volver a hacerlo.

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